Popayán Z. Capitulo 1: la historia de Raul
Popayán 31 de octubre del 2020.
Raúl:
Trabajaba como vigilante, en una zona donde se construían torres para apartamentos al norte de la ciudad y nunca había pasado nada extraño hasta la noche de ayer.
Llegue
a mi trabajo a las siete de la noche como es costumbre junto a mi compañero
llamado Gustavo, después de saludarnos cada uno cogió para su puesto
respectivo. Yo siempre me hacía en el cuarto piso de una torre porque de ahí
podía ver para todo lado, me senté en la silla que tenía guardada y revisé mi
celular, la primera historia que vi fue la de un amigo mío que decía: “el
pueblo se volvió loco, el virus ha mutado o ¿es otra cosa? AHORA SOLO PUEDEN
CORRER” no le preste mucha importancia y de hecho tenía una cantidad de
reacciones y comentarios. Aclaro yo no veo noticias por eso no estaba al tanto
de lo que pasaba. Baje por un poco de agua al primer piso y deje mi celular en
la silla y al subir tenía diez llamadas perdidas de mi hermana, intente llamarla,
pero me aparecía que no había cobertura entonces recibí la llamada de mi
compañero:
-
¡hola! –
me dijo algo inquieto – mira como ese sujeto agarra a su mujer. Mira al frente
de las torres.
-
Ya voy –
le respondí mientras me acercaba a la ventana que daba vista al frente de la
torre, una mujer intentaba escapar de los brazos de un hombre que la sostenía
con fuerza – ¡pero ese tipo loco! – exclamé cuando de pronto se escucharon unos
gritos aterradores con los cuales los vecinos salieron para ayudar.
-
Ya te
llamo voy a ver qué pasa – dijo mi compañero.
-
Dale yo
estaré pendiente desde aquí.
Eran
las ocho de la noche y diez minutos, el tiempo parecía no correr y a lo lejos
observe como el sujeto se separó de la mujer y agarro a un hombre que trataba
de ayudar y fue allí cuando empezó un alboroto horrible y la gente comenzó a
correr para todo lado, la mujer que estaba tirada en el suelo se levantó con
movimientos torpes y luego corrió a la entrada donde estaba mi compañero quien
por, tal vez, su edad se tropezó y cayo. Solo escuche que grito.
El
miedo realmente me llego y lo único que se me ocurrió fue llamar a la ingeniera
quien me contesto de inmediato como si esperara una llamada que, claro, no era
la mía.
-
Raúl
¿está bien? – me pregunto respirando hondo.
-
- si lo
estoy, aunque no creo que don Gustavo lo este, no sé lo que eta pasando, pero
tengo miedo de salir.
-
No lo
haga y escóndanse bien, porque esto solo es el principio del final – dijo
lloriqueando y entonces escuche que tocaban su puerta, el celular cayó al suelo
y la vieja de su madre lanzo un grito desesperante - ¡NOOOOOOO! - Escuche gritar a la era mi jefe y acto
seguido todo quedo en silencio.
Pensaba que las películas donde los muertos se levantaban con un insaciable deseo de carne solo quedarían en eso “películas” pero no fue así, ahora se vive en la vida real y lo comprendí de esta manera y por eso apenas le colgué a la ingeniera llame a mi hermana quien dormía y me contesto enojada, es increíble que ella se hubiera dormido tan temprano justo el día en el que el apocalipsis haya empezado.
-
¿Qué
queres? – me contesto enojada.
-
Levántate,
llama a mis padres y hermanos y váyanse de inmediato para el rancho de la
montaña, llévense todo lo que puedan de comida – le respondí angustiado
-
¿Qué
pasa? ¿Por qué decís eso? ¿estás loco o qué? – me indago porque no sabía lo que
pasaba.
-
No sé muy
bien lo que pasa, pero los muertos vivientes esos que antes veíamos en
películas ahora están presentes de verdad y allí donde están ahora no están
seguros, prende la televisión si no me crees deben de estar pasando eso.
-
Estás
loco ¿verdad? – dijo mi hermana sorprendida mientras encendía la televisión y
hubo dos minutos de silencio luego grito - ¡MAMÁ, PAPÁ! – alguien que no pude
identificar si era mi madre o padre contesto de inmediato y Diana les dijo –
tenemos que irnos ¡YAAAAAAAAAAAAAAA!
-
Por favor
váyanse cuanto antes y cuídensen mucho - dije tratando de despedirme sin que se
me notara que estaba lagrimeando – ¡los amo!
-
Y ¿tu?
¿Qué pasara contigo? – me pregunto llorando.
-
Yo estaré
bien los veré allá – no pude evitar llorar – lo prometo.
-
Te amo
hermano.
-
Yo
también, diles a mis padres que no se preocupen por mí y que nos veremos en el
rancho – susurre por que vi que mi compañero al parecer herido trataba de
escapar de dos personas que lo seguían y entro a mi lote pidiendo a gritos
auxilio, era claro que ya estaba infectado con lo que fuera que provocara eso y
la llamada se cortó, ya no había cobertura de red.
Siempre
me imagine en un mundo invadido por esos animales carnívoros, luchando contra
ellos y ganando, pero en ese momento se veía tan difícil, alcanzaron a Gustavo
y lo mataron gritando mi nombre. Caí al suelo derrotado esperando un fatídico
final, ahogándome en mi miedo y desesperación por no saber qué hacer y sin tener
con que defenderme que era lo peor; se supone que era un vigilante, aunque sea
nos debieron dar un bolillo, pero ni eso, estaba solo con una pinche linterna
que posiblemente solo funcionara para llamar la atención de esas cosas. De
repente ¡ZAS! Sentí cierta tranquilidad, me sentí tan calmado que me levante
mire por las ventanas a todo lado viendo por donde posibles salidas y encontré
una detrás de la torre 2, daba directo a un parque, pero aquel estaba vacío,
corrí escaleras abajo y me zampe por debajo de la lona y empecé a correr a toda
velocidad, tenía que llegar a la casa donde vivía ya que allá tenía el machete
que mi padre me había dado, el arma que utilizaría para defenderme.
Miré
para atrás y vi que me perseguían, no saben la adrenalina que sentí y les
garantizo que prácticamente volé porque al instante ya nadie venía detrás de mí
y así llegué a la casa que abrí y de inmediato cerré y sin prender bombillos o
la linterna me dirigí a mi cuarto, por fortuna la casa estaba sola como de
costumbre puesto que los cuatro que vivíamos allí trabajamos de noche y yo era
el único que vivía cerca y la verdad que prácticamente si viven o mueren me da
lo mismo; tome el machete y lo abrace mientras me recostaba en la cama y una
mujer grito en el segundo piso, era la madre de los cuatro chicos a los que
odie después de que me robaron en mi cara un paquete de ropa, murieron estoy
seguro de ello. Me acosté pensando que hacer para llegar a mi casa a mi casa,
el tiempo se convirtió en mi enemigo, necesitaba ver a mi familia, necesitaba
protegerla, estar con ella.
Alguna
vez leí por allí que la persona que piensa dos veces pierde, así que me puse de
pie y tome el machete, me acerque a la ventana y observe que no se veía ni un
alma cerca y abrí la puerta cuidadosamente los callejones estaban con poca luz
y así me fui llendo con las piernas temblorosas. Te garantizo que era un obsesionado
a las películas de muertos vivientes y pensaba que las actuaciones de los
sujetos en ellas eran estúpidos, ahora comprendo que no lo eran, estando en su
situación improvisar era lo único que se podía hacer, no hay planes, no hay
estrategias, no hay nada.
Como
podía me escondía para no toparme con nada ni con nadie y entonces pase por
donde trabajaba, atrás de las torres se escuchaban gritos aterradores, llantos
de niños que en cuestión de segundos se apagaban y entonces a mi frente se
mostraron dos sombras, pensé en correr pero si lo hacía llamaría mucho la
atención, así que delicadamente me pase para el otro lado de la vía y las
sombras me persiguieron, allí donde la luz daba me pude fijar que era un hombre
y una adolecente, el sujeto estaba herido y se apoyaba en la chica.
-
¡Hermano!
– exclamo cansado – llévate a mi hija, sálvale la vida, protégela.
-
¿Qué te
pasa? – pregunte como un idiota, como si no me hubiese percatado de que lo
habían mordido y estaba a punto de convertirse en un fenómeno.
-
Mi esposa
llego a la casa con fiebre muy alta y en mis manos murió levantándose al
instante y mordiendo mi pecho, al ver a nuestra hija corrió detrás de ella, yo
me alcance a levantar y la agarre haciéndola caer por la ventana, pero ella
volvió a levantarse, entonces la puerta se abrió y tuvimos que escapar por una
ventana, pero yo no aguanto más. La vida me pesa. – me confeso mientras la
quinceañera llorociaba y le susurraba que ella no lo dejaría – te vi y sé que
iras a un lugar seguro, llévala contigo y protégela – me entrego una bolsa con
muchos billetes – ella es una chica muy lista.
-
Lo hare –
le dije mientras recibía la bolsa con dinero, no sé ni para que me iba a servir,
pero ver los ojos de aquella muchacha me hizo recordar a mi sobrina y yo por
ella estaba dispuesto a dar la vida, así que acepte hacerme cargo de la chica –
junto a mí no le pasara nada se lo aseguro.
-
Gracias,
los vecinos no se equivocaban cuando hablaban de usted – me dijo mientras las
lágrimas recorrían su rostro, el me conocía, pero yo a él no, se dirigió a su
hija – hija hasta aquí llegue yo, recuerda que te amo y que mientras haya
esperanza hay vida y mientras tu vivas toda tu familia vivirá.
-
¡Padre! – exclamo la chica dulcemente – te
amo.
La
verdad es que ni las telenovelas mexicanas hubieran hecho tal drama y yo allí
viéndolo como si mi vida no estuviera en peligro, cuando reaccione de aquella
escena el tipo ese cayó al suelo, la chica lloro y no se quería separar de él,
me toco arrastrarla y hacer que nos escondiéramos por que no duro mucho en que
su padre se levantara y comenzara a correr como loco, como si no supiera donde
estaba. Minutos después la calle había quedado sola de nuevo y nosotros salimos
del cuarto de basura donde nos escondimos para seguir caminando, más adelante
un carro paro y nos obligó a subir después de verificar que ninguno estuviera
herido y míranos aquí secuestrados sin saber qué hacer y sin saber por qué. A
propósito, la chica aquí presente se llama Jasmine.
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