MARIA FERNANDA Y EL DUENDE

 


Hermosas montañas se podían apreciar en un pueblo olvidado, al norte del departamento del Cauca, llamado Cajibío. Había también enormes plantaciones de café, caña y casas hechas de barro o esterilla de guadua en las que el amor dominaba y no se necesitaba de mucho para ser feliz, solo despertar y poder disfrutar de una deliciosa taza de café; el clima era perfecto no se sentía mucho frio, pero tampoco mucho calor, lo que ayudaba mucho en el trabajo de campo. 
En este hermoso, pacífico y mitológico pueblo las tradiciones orales eran muchas, cada fin de semana aparecían personas contando sus anécdotas de vida frente a lo misterioso y paranormal, que iban desde haberse encontrado a un hombre esqueleto hasta ver al mismísimo diablo; escucharlas era un placer sin igual, pues parecían tan reales que uno no podía evitar preguntarse ¿será que algún día me va a pasar eso a mí?  Y al momento retractarse diciendo: Dios me libre. Así en una vereda cercana al pueblo vivía María Fernanda una hermosa joven, de quince años, con una cabellera larga rubia, un rostro tierno y delicado, con un color de ojos azules y su piel era blanca como el algodón. Su padre cultivaba café y su madre era un ama de casa amorosa y compresiva, que se ocupaba de la educación de sus hijos. Esta era una familia muy feliz y agradecida con todo lo que tenían y con todo lo que ellos representaban, hasta que un día fueron invitados al bautizo del hijo de un pariente, que vivía en una vereda, donde tenían que atravesar una quebrada en medio de la montaña y llegando allá una de las llantas del auto se pinchó. El padre de María Fernanda con su esposa se bajaron a cambiarla; la niña empezó a sentir que alguien la observaba y miro a todo lado sin poder ver a nadie y cuando escucho a sus padres decir que ya se podían ir, una voz dulce y a la vez escalofriante susurro a su oído:  Eres la niña más hermosa que he visto y te quiero. Ella no pudo evitar gritar y le conto a sus padres lo que había pasado; sin embargo, ellos solo la abrazaron, sin prestarle atención pensando que eran sus nervios y así llegaron a la celebración y el tema se olvidó por el momento.    
Dos días después, María Fernanda cayó a la cama enferma, de algo que parecía gripa, pues decía que sentía mucho frio y además, que no soportaba que tocaran la flauta, pero ¿Quién tocaba la flauta? Se preguntaban sus padres; ya que nadie sabía cómo hacerlo y pensaron que tal vez era sensibilidad al canto de los gorriones o esmeralditas. Los días pasaron, hasta que una mañana al entrar a su habitación la jovencita no estaba y la buscaron por toda la casa sin poder encontrarla, fue entonces que se percataron de que algo no andaba bien y llamaron a los vecinos para que los ayudaran en su búsqueda.  
En este pueblo la información corría como el viento, así que pronto todo el mundo supo de la desaparición y de paso una yerbatera y rezandera, que de inmediato dijo que la buscaran por las orillas del rio y de las quebradas, porque tal vez lo que la había raptado no era una persona como ellos y así lo hicieron hasta encontrar un pedazo de tela de su pijama con la que dormía la joven.
A la entrada de una cueva cercana a una quebrada de su casa, la encontraron temblando de frio, desubicada y llena de miedo. La llevaron a su casa donde la esperaban con un baño de ruda y algunas pócimas que la yerbatera había llevado, esa noche pudo dormir tranquila.  Al día siguiente, se despertó muy animada y sin recodar lo que había pasado, le dijo a su madre que la iba a acompañar a lavar ropa a la quebrada y estando allá, miraba fijamente la copa de un árbol de roble y preguntaba: Madre ¿alcanzas a ver esos enormes zapatos rojos?;  pero la señora no veía nada, hasta que dos puntos rojos empezaron a brillar y sin más preámbulos cogió la mano de su hija y se la llevo corriendo, llamando a gritos a su marido,  quien por fortuna estaba cerca y corrió en su auxilio.
María Fernanda se había desmayado y al despertar estaba en su cuarto invadida de flores silvestres, con horribles nudos en su cabello, desesperada empezó a gritar y sus padres llegaron para consolarla y decirle que todo estaría bien; pues según la yerbatera,  un duende se había enamorado de ella y no la dejaría en paz hasta llevarla consigo, puesto que cuando se encaprichaba con alguna mujer,  las perseguía y acechaba hasta volverlas sonámbulas y de esa manera llevarlas a su morada sin que nadie más volviera a saber de ellas. Para quitárselo de encima, antes de que fuera demasiado tarde, tendría que cortarse el cabello, bañarse con ciertas plantas silvestres y vestirse como hombre para confundirlo y alejarlo. A María Fernanda le dolió cortarse su cabello, pero comprendía que de no hacerlo su destino no sería nada bueno y así al pie de la letra siguieron las indicaciones que se le habían dado, fueron días horribles donde el llanto del duende era aturdidor al intentar encontrar a su querida y no poder hacerlo, las cosas se caían solas y en la habitación de la joven todas sus cosas aparecían destruidas día a día, hasta que no quedo nada.
Todo aquello paso más o menos en dos meses y desde la última vez que se manifestó ese ente, todo volvió a su normalidad.  María Fernanda conoció a un chico, quedo embarazada, desde entonces viven juntos y son muy felices. El duende parece que se fue de la zona, porque luego se escuchó que había una chica perdida en un pueblo vecino con las mimas características de María Fernanda, aunque la pregunta es: ¿realmente seria él?.

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